miércoles, 20 de febrero de 2013

Hoy me puse a escuchar música y pense en ustedes. Será por la extraña elección del aleatorio de mi celular. Será que justo son ese rejunte de temas que en mi cabeza están almacenados en una cajita que dice 'Nosotras'. Será que en verdad creo que somos invencibles. No se. En verdad sí. Creo que lo somos. Lo siento. Lo pienso. Creo en nosotras más allá de todo y todos. Creo en nuestra amistad, y creo en el amor para toda la vida con ustedes. Por que son mi otra parte. Por que las amo con el alma. Por que sin ustedes no soy nadie y cada una de nosotras no existe sin las demás  Por que somos cables a tierra para todas, por que tenemos funciones exactas, claras y concisas de que hacemos por cada una y nos conocemos.
Nos conocemos hasta cierto punto que da miedo. Nos anticipamos, sabemos como pensamos y nos movemos. Sabemos cuando una va a tener arranques de locura. Nos esperamos para atajarnos. Una da las pinas y las otras la agarran. Una sale corriendo y las demás ya la esperan en la esquina.
Nos leemos como esos libros favoritos en los que te acordas el dialogo y lo abris en una página especial anticipando el comentario del personaje.
Nos comprendemos a pesar de que no nos entendemos.
Somos tan parecidas y tan diferentes. Nos manejamos de diversas formas, pero siempre en la misma sintonía. Siempre sin problemas mayores. Con idas y venidas, pero siempre recapitulando y aceptando.
Hemos aprendido todo juntas. Hasta a perdonar.
¿Quién iba a decir hace 6 años atrás que nos ibamos a enseñar tantas cosas nosotras mismas?
Rencores, enojos, locuras, orgullo, todo queda atrás cuando nos sentamos a hablar. Nos costó, pero acá estamos. Juntas.
Nos metemos en la boca del lobo juntas, y salimos airosas como siempre. Caemos de pie, gracias a Dior.
Creo que a esta altura lo único que no aprendimos fue qué regalarle a Sol. O como hablar sin gritar. O como salir sin ponernos en pedo.
Nos reimos del pasado, y eso está bueno. Y mirá si habremos estado en cada lugarcito, eh... ¿Quién nos entendía en ese entonces? ¿Nosotras? Jaja, ni siquiera eso. Ahí si que aprendimos. Nos curtimos de calle, vida, noche, todo junto. No nos importaba nada. Eramos infinitas. Aceptábamos lo que nos tocaba, y lo vivíamos como si nunca más fuéramos a pisar la tierra. Rajábamos el piso cuando nos acoplábamos, como lo seguimos haciendo. Nos revolcábamos en el piso y nos embebíamos en jugo de limón y alcohol. Y no nos importaba.
En ese entonces nos peleábamos más. Creo que ahí fue el verdadero aprendizaje.
El quiebre nos marcó, y nos dejó cicatriz. Pero, otra vez, acá estamos.
Fue uno de los momentos que más nos quedó, pienso yo. Desde ese día supongo que nos supimos manejar mejor. Nos armamos mejor. Perdonamos y fuimos perdonadas. Nosotras, las orgullosas, las que excluyen gente, perdonamos.
Ya no dejamos que lo demás nos haga daño, a esta altura entendimos que los de afuera son de palo. Y nos reímos  por que mientras nosotras estamos acá, ellos están allá, recién saliendo a la vida, aprendiendo qué está llena de cosas lindas y de las otras. Pero más de las otras.
Si sabremos nosotras de eso.
Mi vieja siempre dice que uno no elije a los amigos por que sí, y yo se por que las elijo a ustedes hasta la muerte. Nos necesitamos. Somos unas pibas que pelearon con la vida desde que les bajó la primer menstruación, la puta madre. La vida nunca supo tratarnos bien, y si eso no te curte... Aprendimos que es más fácil vagar en compañía  Movernos en manada. Saltar las piedras y tenernos entre nosotras como envión. Llorar con un hombro al lado, y festejar con gente que ya tenga descorchado el champagne desde que se armó la fiesta. Y esas somos nosotras. Las que se quisieron, se amaron, se pelearon, gritaron, distanciaron, perdonaron, olvidaron, y volvieron a amar como siempre. El rulo siempre vuelve. No nos hecho nadie, y por eso regresamos. Vivas y coleando  A pesar de que la vida nos cague a golpes. Con hermanos de mierda. Con locas y locos que nos rodeen. Con padres hijos de puta. Con meses sin guita. Con familias ensambladas. Con vasos rotos y escapando de casa, siempre acá. Sin junarnos, sin juzgarnos, sin nada. Acá.
No se bien que es esto, ni de donde salió, pero acá está. No pregunto por las dudas. Sólo se que tenía ganas de reconocerlas y aplaudirnos un rato por todo lo que somos y vamos a ser.
Tenia ganas de amarlas un rato.
Son mi eje, son mi espina dorsal.
Las amo en un nivel totalmente diferente.
Son mis hermanas, y mis guerreras de compañía. 

Después de ustedes, la pared. No me falten nunca.
Y gracias.